My Playlist

lunes, 9 de agosto de 2010

Capitulo uno (Segunda parte)

Miré el reloj de mi móvil. Apenas eran las ocho de la mañana, pero tenía la sensación de haber dormido mucho tiempo. El sueño había sido reparador, pues ahora no me sentía ninguna herida, no me dolía la cabeza y ni siquiera sentía ya el agudo pinchazo en mi muñeca.


Me levanté de la camilla y recogí mi ropa de una silla situada en un rincón de la habitación. Me la puse rápidamente y dejé el camisón de hospital en el suelo, tirado de cualquier forma. Abrí la puerta y eché un vistazo al inmaculado pasillo. Ni un alma. Mi estómago empezó a crujir. Tenía mucha hambre, no había comida nada desde el ataque. Salí al pasillo y cerré la puerta detrás de mí.

Un amargo olor golpeó mi nariz. Era algo metálico, pero también podía distinguir un olor dulce y delicado, y también una infinidad de perfumes distintos. Pronto me encontré olfateando el ambiente igual que un perro. La planta inferior del hospital estaba ya llena de gente, y cada una con un olor distinto. O ahora estaba de moda echarse mucha colonia, o yo había adquirido un olfato estupendo durante mi inconsciencia.

También mi oído estaba saturado. Como si miles y miles de personas gritaran en mis orejas, aunque, al parecer, todos estaban susurrando. Me tapé los oídos con las manos y corrí al comedor.

En él sólo había tres personas y, gracias al cielo, estaban en silencio. Removían lentamente su café o leían el periódico, pero ningún ruido me molestaba esta vez. Las otras voces habían quedado ahogadas por las puertas del comedor y me sentí realmente aliviada.

Me dirigí lentamente a la barra y pedí un café con leche mientras miraba detenidamente todos los dulces del mostrador, sopesando mis opciones. Al final me rendí a un pequeño pastelito redondo de chocolate, que me miraba con ojillos suplicantes desde el escaparate y juro que podía oír perfectamente cómo me gritaba: “¡¡cómemeee!!”.

Elegí una mesa cerca de la puerta y dejé la bandeja con mi desayuno frente a mí, dispuesta a ser devorada. Escuché repiqueteos en la ventana que tenía a mi lado. Había empezado a llover. Las nubes de un blanco puro que había visto antes, se teñían ahora de tizne negro, encapotando el cielo. Un ligero movimiento en las afueras del hospital captó mi atención.

Apoyado en un árbol, bajo la lluvia, había un chico. El pelo negro azabache le caía sobre los ojos. Unos ojos de un precioso color azul hielo, tan familiares, como los del lobo que me atacó. El chico me miró, una mirada triste y anhelante y nuestros ojos se encontraron. Mi corazón empezó a latir con más fuerza, cómo si quisiera salírseme del pecho. Él apartó la mirada y comenzó a alejarse bajo la lluvia, desapareciendo de mi vista.

Sus ojos…eran iguales que los del lobo, tan idénticos. Pero no podía ser… Un débil carraspeo a mi derecha me hizo parar mis cavilaciones. Me di la vuelta en la silla y vi a Mike junto a mí.

-Buenos días- Saludó sonriendo y sentándose frente a mi. Observó con detenimiento mi pastelito y, con gesto protector, lo cogí y le di un bocado. Ni siquiera le pregunté si quería un poco. Pensaba proteger mi dulce aunque me costara la vida.

-Hola- Dije con la boca llena. Jesús, estaba delicioso. Di un sorbo a mi café y sentí la cálida bebida bajando hasta mi estómago. Me hacía falta comer.

-¿Cómo te encuentras?- Mike bebió un poco de un café que, hasta ahora, no me había dado cuenta que tenía.

-Muy bien, gracias- Di otro bocado a mi pastelito de chocolate y su sorbo de café consecuente-. Dormir me ha sentado de maravilla.

-Me alegro- Dijo Mike con una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Sabes? La policía está buscando al lobo que te atacó.

El dulce se me atascó en la garganta y tosí bruscamente. Cuando conseguí recuperarme, procesé lo que Mike había dicho. Una misteriosa preocupación se apoderó de mí. ¿Y si le hacían daño? Un momento. El lobo me había mordido, ¿por qué me preocupaba por él? Pero ni siquiera me mordió muy hondo, como si lo hiciese conscientemente, como si, en realidad, no quisiese hacerme daño.

-No pueden hacerle daño- Respondí con un tono más alto de lo que pretendía.

-¿Por qué?- Mike parecía confuso y asombrado al mismo tiempo.

-Pues…porque no, y punto- No sabía que más alegar en nuestra defensa- Por que voy a hacerme de Greenpeace- ¿Existiría una persona más patetica que yo? Seguro que no.

-Ah, vaya- El pobre hombre no sabía que hacer. Rei por dentro.

-Da igual, de verdad- Le dije con suavidad.

-Vale- Mike pareció suspirar de alivio-. ¿Estás lista?

-Ahá- Respondí levantándome.







El trayecto hacia mi casa fue silencioso, salvo algunas preguntas sueltas de Mike del tipo “¿Cómo estás” o “¿Vas bien?” o “¿Te duele?”. Preguntas atosigantes que yo respondía con monosílabos, a veces ininteligibles.

Mike se había encargado de coger mi bolso de mi habitación en el hospital y de aparcar mi coche en frente de mi apartamento. Se tomaba demasiadas molestias.

Cogí mi maxi-bolso rojo del asiento de atrás y me disponía a salir cuando Mike me agarró suavemente de la muñeca.

-Hoy es sábado- Dijo sonriente. Caí en la cuenta de que habíamos quedado antes de mi ataque-. ¿Vendrás?

No me hizo falta pensar mucho. Mike había sido muy amable conmigo y yo se lo quería recompensar de alguna forma.

-Claro- Sonreí. Me besó en la mejilla. Me sentí un poco incómoda, pero no borré mi sonrisa.

-A las nueve vendré por ti.

Bajé del coche y saqué mis llaves del bolso. La cancela se resistió un poco, pero cedió ejerciendo un poco de fuerza. Entré en el portal oscuro y, por qué no decirlo, bastante sucio. No me volví pero escuché cómo Mike volvía a arrancar y, derrapando un poco, dio la vuelta y desapareció.

Empecé a subir las escaleras. Era un auténtico suicidio vivir en un cuarto piso sin ascensor, pero estaba bien para perder kilos sobrantes.

Por fin, pensando que no lo conseguiría, llegué a mi casa. Dejé el bolso y la cazadora en la percha del recibidor y me desplomé en sillón.

Al poco rato, escuché el timbre de mi puerta. Me levanté blasfemando y abrí la puerta no muy amablemente.

-Hola- Saludó Helen alegremente.

-Hola, Helen, ¿qué haces aquí?- Pregunté confusa.

-Venía a traerte un poco de comida- Me fijé que traía una bolsa de plástico. Me aparté y la dejé pasar.

5 comentarios:

  1. ¡Hola! En primer lugar decirte que he detectado 2 errores:
    -Cuando dices que "el estómago empezó a crujir", creo que es más apropiado poner "el estómago empezó a rugir."
    -Luego pones que "no había comida nada", cuando creo que te referías a que "no había comido nada".
    Por lo demás está todo muy bien. Tengo ganas de leer la siguiente parte, así que ya sabes. ;)
    P.D: le he dado un punto a "interesante".

    ResponderEliminar
  2. Gracias!! ^^ no se ke haría sin tii!! :) Te kiero! (LL)

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola!, veo que ésto sigue tan interesante como en las anteriores, mi más sincera enhorabuena por ello, y yo también di un puntito a interesante;P.
    Por cierto pásate por mi blog que tienes un premio ;P.

    PD: la historia de la vampira que te dije la tienes etiquetada como Hijos de Caín (por si no la encontraras en el blog), aunque ya te digo que sólo hay dos espero que te guste.

    Sigue así.
    Un Besito.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por el premio!! ^^ No sabía que mi historia gustare tanto :) Mucho ánimo a las dos con vuestras historias. Os kiero (LL)

    Besos ^^

    ResponderEliminar
  5. me gusta¡¡¡ kiero más estoy ansioso (como un lobo) k pavo..xd tienes un seguidor más

    ResponderEliminar